Día 1: correntada
Hubo sequía por seis años, y ya
hace días la sequía había sido oficialmente terminada. DÍAS. Pero acá sigue
lloviendo. Y las aguas suben, y es divertido. Uno se queda adentro, contempla
el agüita, muy romántico. Té, cocinamos. Cuando para un poquito salimos a dar
una vuelta, para que Ajo corra un poco y se canse… pero el agua no paraba de
caer. Como si todo lo que no llovía hace seis años se hubiera acordado ahora de
que tenía que caer. Ah, la naturaleza – hay que bancarla con sus ciclotimias.
Pues bien. Hoy teníamos que ir al pueblo – Internet llamaba. Tom salió a dar
una vuelta con Ajo antes de irnos y volvió con noticias: los canales están casi
hasta arriba, dijo. Mirá: y me mostró los videos. No eran canales: eran
RÁPIDOS. Los rápidos de Trevelin, señores y señoras, en nuestro terreno. Si
alguno se trae un kayak, se la pasa deluxe. Desde adentro, lo que se ve es el
canal del fondo de la casa, también hasta arriba. Osea, para que se den una
idea: suele estar vacío. En invierno, época de lluvias, ponele que pasa un poco
de agua. Bueno, ahora está hasta arriba – se VE el agua corriendo a todo lo que
da desde la ventana de la cocina. Sí, tremendo. El agua aprieta.
Bueno, como les decía, había que
ir al pueblo. Salimos, raudos. Ya veíamos que partes de nuestro jardín se
encharcaba… raro. El camino absolutamente inundado. Llegamos al primer
obstáculo: en el camino a casa hay un canal que lo atraviesa. Siempre vacío,
obvio. Bue, para qué les digo: lleno. Nunca vimos algo igual. Tom me dice,
dramático como nunca, si pasamos, después no sé si vamos a poder cruzarlo a la
vuelta. Y yo: pero sí, nene. Dale que te saco una foto. Clic y seguimos no sin
antes chequear a la altura de qué alambre pasaba el agua. Para tener un
parámetro a la vuelta. “Hay que volver de día” dijimos.
Nos colgamos en el pueblo –
salimos tarde, ya casi noche. Y buá, ya llueve menos, todo bien. Habían calles
cortadas en el pueblo: nunca vimos nada igual, pero claro, es el primer año.
Nos estamos curtiendo, sí que sí. Retomamos el camino a casa, y nos decíamos,
seeeeh, ya está, el agua sólo pudo bajar. Agarramos por el callejón, más
baqueteado. ¡Mucha más baja el agua! Ahhh, vamos a pasar re fácil. Llegamos al
canal que atraviesa el camino: MUCHA AGUA. Pero mucha, eh? Sumale a eso que no
se veía y había empezado a lloviznar de nuevo. Y había correntada: ahí también
estaba para kayak. Nos reimos, un poquito nerviosos. Tom me dice: dejamos la
camioneta acá, nos arremangamos los pantalones y vamos a casa. Mañana buscamos
la camioneta. Y yo, dale, buena idea. Pero mirá, me arremango yo: vemos por
dónde me llega el agua y si no me pasa la rodilla, te mandás. Oka, dale. Y yo
pensaba en mi tía Caro, me acordaba las fotos de un evento similar. Bueno,
figúrenselo: 8 de la noche, en el medio del campo (no hay alumbrado público,
queridos), llovizna, y aunque no esté tremendo, invierno. El tan temido
invierno. Y Clari sacándose las botitas de goma, las medias, arremangándose las
calcitas, los pantalones. Y muy precavida, ella: Tomá, Tom, quedate con mi
celular, no vaya a ser que me lleve la corriente. Y ahí fue, en patas, por
camino de ripio (no estaba pinchudo, descubrí), atravesando poquito a poco ese
caudal tan marrón y desbocado. Atravesando una corriente potente, pero no
tanto, co el agua, todo el tiempo, por las rodillas. Perfecto: Pasá Tom, no
pasa naranja. Sólo se me congelaron las piernas y ya casi no las siento y creo
que me puede llegar a agarrar una hipotermia. Pero todo bien, eh? Tranqui.
Toda una aventura de lunes por la
noche, aquí, en su canal amigo, reportando desde Trevelin. Ampliaremos.
La ida:
Y aunque usted no lo crea:
Día 2: inundaciones
Tras una noche de viento
huracanado (a las 4am nos despertamos sobresaltados – no sabíamos si el ruido
era el viento golpeando contra las ramas o si eran olas golpeando contra
nuestra casa – y me acordé que había dejado una alfombra afuera para
ventilar!!! Campera y gorrito, salí a la aventura nuevamente, casi salgo
volando con alfombra y todo, pero nos salvamos), el día amanece de a poco, el
sol se deja ver entre nubes gordas y grises, pero parece que no va a volver a
llover, al menos hoy. Por suerte: porque el río Corinto (calculo que en épocas de normalidad debe estar
a, nosé, ¿800 metros de casa? 1000? ¿Alguien sabe?) ahora está a 50 metros de
casa. Claro, sí, tenemos casa con vista al río. No cualquiera. ¡Ah! Y tenemos a 100 metros a un cisne muy sobrio navegando las aguas y a varios flamencos, todos rosados y felices de tener agüita por todos lados
para chapotear – ¡como Ajo! Que se mete en los canales, corre liebres por el
valle inundado, se mete, sale, salta, corre, rescata palitos del agua. En fin.
Los canales que atraviesan los terrenos, llenos de agua. ¡Ahora entendemos el
por qué de los canales! Muy romántico. Nos falta un barquito a remo y estamos
como queremos.