lunes, 7 de abril de 2014

2 de abril: la primer cosecha



 
Tras algunos meses de silencio (hubo un retiro, algunos viajes, varios casamientos en el medio y un corte de pelo), estamos de vuelta en el ruedo. Arrancó otoño, nuestro segundo otoño, y hay mucho para hacer. Como bien dice nuestra “biblia” (La vida en el campo, de John Seymour): “El año culmina en la temporada de cosecha, y si un hombre no disfruta de ella, es que no disfruta con nada. Entonces suda y se esfuerza, junto con amigos y vecinos, por recoger y asegurar el fruto de las labores del año.  Este trabajo es duro, vehemente, a veces bullicioso, siempre divertido, y cada jornada debe traer en recompensa algunos litros de cerveza hecha en casa.” Amén.
En nuestro caso, la cerveza no prosperó – como con muchas cosas de las que emprendimos, nos metimos con mucho acelere, sin los instrumentos adecuados y bueno, la ansiedad no es buena consejera: no logramos obtener la cerveza deseada. Pospusimos el proyecto cervecero para cuando las “otras cosas” estén encaminadas. Así que, por ahora, nos conformamos con cerveza comprada, o un vinito. ¡Porque hoy hicimos nuestra primer cosecha de centeno! De las poquitas cosas que efectivamente salieron en nuestro terreno (no por fallas propias sino por falta de lluvia, que conste). Empezamos con la motoguadaña, de a dos: Tom con el instrumento asesino y Clari, por tener brazos kilométricos, es la que agarra las espigas esperando que las cuchillas corten. Y así van armando las gavillas (atados de centeno). Pero íbamos despacito y vimos que las plantitas salían muy fácilmente de la tierra así que nos dispusimos a cosechar a mano, plantita por plantita. Derepente fuimos la imagen perfecta del campo bucólico y romántico. Lo que no te cuentan de esa imagen es el dolor de espalda posterior. Pero con la mitad del trabajo hecho, volvimos de lo más contentos y satisfechos. Mañana terminamos (antes de que llueva y se nos humedezca el grano) y dentro de una semana, separar la semilla de la planta. Y después voilá, tenemos centeno: para hacer pancito y para sembrar el año próximo.
Tom estima 100 kgs – Clari cree que Tomi es muy optimista.

El resto de los habitantes del valle y la comarca: bien. La novedad es que Medina, una de las gallinas compradas en Lago Rosario el año pasado, finalmente se “sentó” a empollar. Y sí, cuando arrancó el frío… ahora estamos tramando cómo vamos a hacer con los polluelos cuando nazcan. Quién te dice… y los metemos adentro de casa…
Invernadero: Señoras y señores, en el invernadero han crecido melones y sandías. Sí, amigos, contra todos los pronósticos, sucedió lo inimaginable. No voy a mentirles: son de tamaño pequeño, pero vamos a ver qué tal de sabor. Porque al fin y al cabo la experiencia mística que buscamos es comernos un melón patagónico, ¿no?

Sin mucho más por ahora, los despedimos con mucho amor,
desde el sur y para toda América Latina.

¡Salud!

Algunas fotos (¡tenemos cámara de fotos nueva!):