viernes, 27 de junio de 2014

12 de junio: Estar entre indios




Tom estaba ayudando a instalar un filtro de agua y, a la hora de pagarle a don Ismael (el experto), este dijo que no hacía falta porque estaban “entre indios”. Tom ya había oído hablar de indios y caciques, sin realmente terminar de entender de qué se trataba hasta ese momento. Ante la noticia de “ser indio”, imaginen la felicidad (igual, aunque seamos indios, le pagamos al buen hombre). 
¡Ah! la pertenencia de los neo-rurales.
 (Tom me confesó: “no fue tarea fácil que me acepten entre los indios”.)

Algunas fotos de del indio-neo-rural (y la última de su mujer tractorista):




 

28 de mayo: inesperado lector




Escribir o leer en esta época es difícil. Estoy teniendo un dejà vù… estoy segura que hace un año debo haber escrito algo similar: cuando se separa a los terneros de sus madres (sí señores, para mandar al frigorífico), es un horror. Uno aprende a escuchar los distintos “mu” de una vaca: los que hace para llamar a su ternero son una cosa. Los que hace para llamarlo cuando la separan del ternero, créanme, es otra. Tiene otra intensidad, otra duración, otro timbre. Vamos dos o tres días y siguen, así que imaginen cómo se pueden sentir estos vegetarianos: impotentes y frustrados. Mi pensamiento recurrente es “¡qué destino!” cada vez que veo un ternerito simpático. Y es así: destino de mierda. Y a los que no están en contacto con estos animales, a los que creen que no sufren, los invito a que vengan a quedarse estos días en casa.

Habiendo hecho semejantes declaraciones, continúo, ahora sí, con la temática que me convoca.
El otro día, con motivo del festejo de “fin de techo” de la casa de Eli y Ale y la despedida de las tres voluntarias que quedaban, fuimos a comer pizza casera a lo de los chicos. Eli había invitado a algunos compañeros del coro (¡nuestra Eli ya se está integrando socialmente y va al coro del pueblo! Orgullo vecinal): a uno lo conocíamos, el famoso Mugre, al otro (creíamos que) no. Pero llegó Agustín[1] y sí, es el que filma las “tocadas” de la escuela de cuerdas a la que voy. Así que nos conocíamos de vista (nada raro por ahora, en el pueblo uno se conoce con muchos). Pero de repente me tira algo así como “pasar el primer invierno” y zaz, me quedo helada. ¿Qué? La miro a Eli pensando “ella seguro le pasó el blog, vaya uno a saber por qué”. Lo miro a él y me devela el secreto: estaba en Internet buscando cómo hacer un invernáculo y le apareció ahí abajo “Pasar el primer invierno” y se ve que el título lo atrapó porque se metió y, según me dijo, leyó todas las entradas (de hecho, durante la cena, tocamos varios tópicos blogeros con complicidad). Que no haya confusión: en su momento él no tenía idea de quién lo escribía. Pero supongo que le divirtió el hecho de que se trataba de una pareja que, como él y su novia, se habían ido de la ciudad, que estaban haciendo su experiencia sureña, etc. Pero de repente las fotos le sonaron familiares… y de repente se encontró con Eli, su compañera de coro. Y ahí, poco a poco cerró todo.
En breve: Agustín, un neo-rural venido de Buenos Aires a Trevelin hace 3 años y medio se leyó todo el blog de nuestra venida. Interesante… aunque me produjo una sensación rara. Nunca hubiese pensado que alguien externo a nuestro círculo podría llegar a leerlo… hay tanta información por ahí suelta en el universo de Internet que ¿por qué habría alguien de caer?… pero se ve que pasa. Y, según lo que hablamos, es cierto que tanto él como yo, antes de hacer nuestras correspondientes migraciones (uno hace más de tres años, yo hace dos), leímos blogs de otras personas que se habían ido de la ciudad a vivir a otro lugar. Es decir: somos un toque bloggeros. Así que vamos a acuñar un nuevo término: “neo-rural blogger”.
De cualquier forma caí en la cuenta de que quizás hay otras personas por ahí que se encuentran con el blog y lo leen. Anónimos que no conozco y que quizás no viven en el mismo pueblo que yo, pero que leen por semejanza o curiosidad… que quizás están por dar el salto e irse a otro lugar y buscan experiencias ajenas para saber qué esperar…
Pues bueno, a ellos les decimos que vayan, que se animen, que vale la pena.
Y qué lindo saber que hay gente que le gusta el blog.
Y qué pequeño es el mundo (sobre todo en Trevelin).

Saluti!



[1] ¡Hola, Agustín!