sábado, 30 de julio de 2016

1 de junio: baile frenético


Si anoche alguien hubiera estado mirando por la ventana de mi cuarto, desde afuera, (si las persianas hubieran estado abiertas, si las luces hubieran estado prendidas), habrían visto a una mujer en un baile frenético y solitario. Pero no tan solitario, porque si hubiera visto bien, habría comprobado que esa mujer bailaba con un bultito encima, cambiándolo de posiciones. Y que de tanto en tanto ese bultito lloraba y gritaba fuerte. ¡Ah, entonces no era sólo una mujer, era una madre primeriza lo que esa persona hubiera visto!
En esto pensaba anoche, mientras zangoloteaba a Samu: la primera entrada en el blog que tenía que ver con él. Porque eran las 5.30 de la mañana y, para distraerme y no caer en la desesperación, pensé que estaría bien pensar en otra cosa. Y lo que suelo pensar para no desesperar (siempre lo hice) es en posibles cuentos. En este caso, una posible entrada de blog – la descripción de lo que estaba vivenciando. De esa manera podía meterme en el baile, comprenderlo, sentir al hijo que no era tristeza lo que sentía, dolor (creo que) tampoco. Sueño. Él, como yo, tenía sueño. Y como yo también, lloraba de sueño. Yo no lloraba, yo me quejaba, me malhumoraba, pero al fin de cuentas es casi lo mismo. Y hacíamos eso, un baile por los pasillos que quedan entre la cama y las paredes de la habitación, con la poca energía que me quedaba, pero de la que siempre hay reservas…
¿Y qué tiene esto que ver con la vida en Patagonia? Nada. Pero no hay mucho más de qué escribir por estos días… Todas las madres probablemente sepan de lo que hablo. De los famosos cólicos que son más angustia que dolor, de los desvelos nocturnos que nunca creímos capaces de sobrevivir, de la impaciencia de la noche, el deseo de dormir, la desesperación de saber que cada noche va a ser así por un tiempo más, la tranquilidad de saber que por la mañana, cuando una se vuelve a encontrar con la carita del hijo dormido, con los rayos de sol en su cara, la energía regresa para pasar el día amándolo, meciéndolo, bailándolo.
Porque la licencia de maternidad, vine a descubrir, es eso: licencia para ser madre. Una no lo entiende hasta que sucede. La fantasía es que vamos a poder hacer tantas cosas lindas: tejer, transplantar, ver pelis, descansar… pero no contamos con dos manos, casi nunca. Y muchas veces una sólo tiene que hacer dormir al hijo, porque hacerlo sin prestarle atención no funciona. La intención es todo. Dar la teta pensando en otra cosa: caos. El hijo va a vomitar todo, todo.
Y ahora se despertó.
Cambio y fuera.

Pd. Es interesante: pienso en lo que escribí más arriba y siento que es una buena representación de cómo es la vida ahora: un texto bastante inconexo, que sigue un tema, pero va saltando de un lugar a otro, como las emociones que se van sintiendo, una a una, con sobresaltos y sin advertencia.

sábado, 21 de mayo de 2016

4 de marzo: luces misteriosas



 Ha pasado el tiempo y han pasado cosas (¡y qué cosas!), claro que sí. Pero a veces me pregunto cuánto puede interesar las nuevas aventuras de mis gallinas… más bien, las nuevas masacres del gallinero. Entonces, pienso, mejor espero que suceda algo nuevo, algo nunca antes visto, algo bien patagónico, para entretener y contar y que los lectores se fascinen. Y ese algo llegó…

El martes por la noche, 23 horas, después de ver una entrevista a Julio Cortázar en el café literario del pueblo, arranqué para casa. Noche sin luna, bien oscura, pero de miles de estrellas. Venía pensando en un cuento que ronda mi mente hace, creo, cerca de un año y todavía no he podido sentarme a escribir por no saber dónde comenzar. Todo comienza con el farol que cuelga de la entrada del cementerio, de las pocas luces que se ven desde mi casa en una noche tan oscura… Entonces, venía pensando en eso y de repente siento que por el rabillo del ojo veo un flash de luz. Para ese momento estaba en el callejón que lleva a casa, bien lejos del pueblo, bien adentro del campo. Sin detener el auto, miro hacia mi izquierda y nada. Todo negrura, todo quietito, nada de ruidos fuertes. ¿Autos con luces altas? No le presté mayor atención y seguí pensando en mi cuento mientras subía la cuesta que pasa por lo de nuestro vecino Manuel.
Otra luz.
Vuelvo a mirar. Nada.
Entonces bajo la velocidad (detenerse no era una opción) y me pongo a mirar fijamente hacia la montaña que hay hacia ese lado, el Nahuel Pan. Y lo veo: una luz fuertísima saliendo, de repente, por detrás de ella. Lo único que pude hacer fue retomar la velocidad anterior no sin cierta inquietud y llegar pronto a casa para mostrarle a Tom lo que había visto.
Bajé de la camioneta y caminé rápido a casa – recuerden que era una noche sin luna, bien bien oscura, con luces saliendo por detrás de una montaña y con un cuento de cementerios en mi mente. Entré, cerré y apagué todas las luces, subí el Black-out, lo desperté a Tom y le dije: mirá. Y lo vimos. Luces que salían de la tierra. No eran rayos, no había explosiones, nada. Solo luces potentes cada 20-25 segundos, a veces más.  Intenté filmarlo, pero no se grababa.
Busqué en las redes sociales a ver si alguien decía algo. Mandé mensajes de whatsapp a los vecinos amigos a ver si alguien más lo estaba viendo, pero nada.
Barajamos opciones: la primera que se nos vino a la mente ¿acciones extraterrestres en la estepa? La segunda, ¿acciones militares? Raro, sin sonido… ¿algún chacarero fanático de las fiestas electrónicas clandestinas? No mucho más.
Seguiremos investigando, y tal vez algún día tengamos alguna respuesta a semejantes incógnitas…




sábado, 24 de octubre de 2015

16 de octubre: continúan los policiales en Trevelin



De repente la cuadra de la Biblioteca donde soy voluntaria se vuelve algo macabra. Y entonces la paranoia de que la policía ate cabos: esta chica que llegó de Buenos Aires es voluntaria hace un mes y medio y en ese mes y medio dos muertos en la misma cuadra… eso es lo que, espero, no estén pensando.
La cosa es así: hace pocos días, un martes (día en que soy bibliotecaria voluntaria por la mañana) tipo 1630, me llama la bibliotecaria de la tarde, conmocionada. Hay un muerto atrás de la Biblioteca. Calma, Carmen. ¿Qué pasó? ¿Estás segura de que está muerto? ¿No será un borrachín durmiendo la siesta?
Que no, que está muerto, que llamé a la ambulancia pero no se lo llevaron porque la ambulancia no se lleva muertos. Ahora viene la forense y voy a tener que ser testigo de todo, lo van a revisar y voy a tener que mirar y… y…
Y yo, egoista, pienso: ¿habrá estado ahí muertito desde la mañana?
Y ella, como leyendo mis pensamientos me dice: creen que está muerto desde la madrugada. ¿Vos no viste nada?
Y la paranoia empieza a treparme por los brazos y se me pone la cara fría, fría, y los pelos de punta. Imaginate ver un muerto: “No, no vi nada.”
Yo ya le di tu teléfono al comisario.
“Sí, claro, que me llame si necesita algo”. Y para adentro pienso: que no me llame porque voy a parecer sospechosa del miedo que me da toda la situación.

Dos días después supe que fue muerte natural. El borrachín (eso sí que era, borrachín) se echó a dormir en el jardín que hay atrás de la biblio y bueno, parece que la parca se lo encontró ahí, nomás, con su campera como almohadita y unos cuantos mangos en el bolsillo.

pd. además de policiales, tenemos noticias políticas. Parece que en Trevelin hay nuevos agitadores. Ampliaremos.







martes, 8 de septiembre de 2015

4 de septiembre: cosas de Trevelin



En esta entrada, un repaso de los últimos eventos sureños:
Un gaucho que arrea sus vacas en auto, un río que pasa por la puerta de nuestra casa y amenaza con entrar, un homicidio en Trevelin y una nueva bibliotecaria.

En nuestro callejón hay un señor que tiene vacas. Las compra flacas, las engorda, se morfa algunas y después las vende. Pero, para engordarlas, las lleva, cada día, a un terreno que tiene afuera del callejón. Entonces, cada mañana, en lugar del tránsito automóvil de la capital, tenemos un llamativo tránsito de vacas – y un auto. Porque el gaucho (moderno, de uno 25 años), vestido con boina, botas y bombachas de campo, se sube al auto de la novia y se lanza a arrear sus vacas en un chevrolette de 3 puertas. Y les toca bocina a las vacas para que se muevan. Y siempre, absolutamente siempre, vamos al pueblo cuando él está en su hazaña posmoderna. Otro dato de color: los perros que ayudan al gaucho posmoderno son perritos falderos (imaginamos que de la novia del gaucho también), bien chillones y mínimos. 



Otro tema: lluvias en el sur y correntadas. La semana pasada, en un arrebato climatológico, las lluvias decidieron descargarse sobre nuestras cabezas por muchas, muchas horas. Y por la mañana, fue mirar por la ventana y ver un río que cruzaba, a toda velocidad, por la puerta de nuestra casa. Literal, queridos amigos. Para salir de casa, había que hacerlo con botas de goma. O en kayak. 






Homocidio misterioso en Trevelin: para todos nosotros, ingenuos, que creíamos que en Trevelin “no pasa nada”, pafff, tomá: asesinato de un señor de 74 años en el jardín de su casa, apuñalado. Lo primero que uno, mente citadina, piensa es: “listo, la violencia llegó al pueblo, vamos a tener que empezar a tener cuidado.” Pero después la gente del pueblo te dice “y sí, la gente acá se pelea y se acuchillan”. Ya sabemos: mejor no pelear con nadie. (La policía de Trevelin está investigando, pero me pregunto ¿qué capacidad investigativa puede llegar a tener la policía de Trevelin, donde, como decíamos antes, no pasa nada? Ampliaremos cuando se descubra al asesino). 

(dada la sensibilidad del tema, no se ha fotografiado el caso)

El asesinato fue a media cuadra de la Biblioteca Popular y ¿a que no saben quién es la nueva bibliotecaria voluntaria de la biblioteca, los martes y jueves por la mañana? Su fiel servidora, ClaraMaríaPaz. Ah, sí, señores y señoras, la señorita ha descubierto una nueva pasión: ya sabe lo que quiere ser cuando sea grande. 



Última: parece que el gas llega hoy a nuestro hogar. Cruzamos los dedos…
¡Salud!

miércoles, 12 de agosto de 2015

9 de agosto: camping



Hacer camping en invierno, ¿a quién se le ocurre? En la Patagonia, menos que menos. Pero nosotros nos animamos a todo – sobre todo cuando no nos queda otra. Llegamos de nuestras vacaciones. Vacaciones con altas temperaturas y lindas playas. Y llegamos a Buenos Aires, fresco, tranqui, húmedo. Y nos vinimos rapidito para acá porque ya extrañábamos… y fue llegar y adaptarse al frío total. Nuestros amigos nos habían dicho: no les queda más gas en la casa, pero no está haciendo nada de frío, así que quedense piolita. No helaba hace días, así que el invierno venía leve. Pero fue llegar y fue ver helar a borbotones. Por suerte Tom, antes de llegar a casa dijo: compremos un calefactor eléctrico. POR SI ACASO. Bien ahí, Tomatito cherry. Llegamos a la casa y sí, estaba fresca. Hicimos el ejercicio de salir y volver a entrar para darnos cuenta que estaba mejor que estar afuera (te da la falsa idea de que está calentita). Sacamos el calentador de la caja y lo prendimos. En espacios grandes, lo comprobamos, no sirve para nada. Metámoslo en la pieza así cuando vamos a dormir está calentito. Mientras, prendimos el fueguito, un poco para cocinar, otro poco para calentar y tener un espacio un poquito más amable para estar. Hasta ahí todo bien. Para que viniera el gas, nos dijeron, faltan algunos días. Sin dudas la semana que viene (llegamos el viernes 7). Así que, el fin de semana, íbamos a tener que surfear la ola de frío polar.
Sábado, todo bien, nos arreglamos perfecto. Pero la leña se va consumiendo. El calentador funciona perfecto, hay que apagarlo por la noche porque nos da demasiado calor. Increible sorpresa.
Domgino de elecciones PASO, Tom se levanta temprano, se va a tomar mate. Clari sigue durmiendo como siempre. A las dos horas, Tom vuelve a la cama. Se cortó la luz, dice. Y casi no nos queda leña. Así que los dos se quedan debajo de los edredones mientras les dure el calor y mientras las ganas de hacer pis no sean tan gigantes. Y después es enfrentar la casa con un fueguito pequeño, para calentar el agua, para calentar la casa, para cocinar. Confiamos en que la luz va a volver. Confiamos que el gas va a llegar mañana. Y nos tomamos estos días como una aventura de fin de semana, camping en nuestra propia casa. 




lunes, 29 de junio de 2015

5 de junio: otoñamos



Más bien se acerca el invierno (¡el tercero!), el frío se empieza a sentir, pero sobre todo cae la lluvia. En otoño, cae la lluvia, señoras y señores. Cae por la noche, cae por la mañana, cae por la tarde y sin dudas sigue cayendo por la noche. Y así se ve acumulando – porque si bien fue un verano sequísimo, bueno, ponele que los primeros 100 mm se absorven rapidito, pero después, si te llueve una semana non-stop, se encharca la cosa. De hecho, creo que nunca nos había pasado aun: todos los senderos (el que va al gallinero, el que va a la huerta o a las frambus) están inundados. Así que a sacar las botas de goma (esas que van hasta la rodilla) y a chapotear. Las visitas y la salida al mundo “exterior” (dícese de ir al pueblo), complicadas: no sólo hay acumulación de agua sino que se estaría formando un nuevo lago en el callejón que llega a casa. Bien. Estaríamos barajando la idea, pues, de comprar un barquito a remo entre los vecinos, para ir y venir. Lindo va a ser cruzar en barco mientras llueve.
Así andamos. Las gallinas, rebeldes, no ponen huevos. Streusel no aparece (se sabe que a Streusel no le copa la lluvia y se ofende cuando no lo dejamos entrar en casa mientras llueve) y las lagunas están llenas de garzas. Hoy vimos una vaca muerta: era como si se hubiera muerto parada porque estaba caida de costado, pero las patitas estaban derechas y duritas. Pobre. Parece que cuando llueve mucho les agarra la “mancha”: un hongo o algo así que está en el pasto. Y se mueren de un infarto. Paradas. En fin.
Estamos ejercitando el manejo de la ansiedad porque andá a hacer algo afuera con este clima. Así que mucha mermelada de membrillo, mucho licor, tarta de manzana, en fin, la buena vida indoors

No tengo fotos de la lluvia. Ejerciten la imaginación. 

lunes, 18 de mayo de 2015

25 de abril: gallina desplumada



Veníamos preocupados, la veíamos perder pluma y perder pluma. Los locales nos decían: es normal, cambia la estación y cambian las plumas. Pero una cosa es cambiar algunas plumas, otra es verle pedazos de cuero a la pobre gallina. Verle, literalmente, la piel de gallina que todos creemos conocer (cuando tenemos frío, nos emocionamos, etc etc). Una de las trillizas. Y me puse mal, qué voy a hacer. Por más que no tengamos una relación tan estrecha, es mi mascota. Y no sólo eso, sino que además es una mascota increíble porque me da huevos para comer. Osea que es una mascota que le pone onda al vínculo desde su capacidad creativa.
Arnaldo, nuestro vecino nos dijo: puede que sean piojos, chinches. Hay que mirarle bajo las alas. Yo le echo un producto a mis gallinas y están lo más bien.
Le pregunté un poco más de ese producto. Me dijo que lo usaba para las ovejas también. Y para varias cosas más. Se trataba de un producto que me generaba ciertas sospechas. Hasta que me dijo que el producto venía en un tarrito bien chiquito, y se diluía en 10mil (sí, diez mil) litros. Ah, eso no puede ser bueno para mi gallina desplumada, pensé. Mejor le pregunto al vete. Y le prohibí a Tomi vaporizarle ese producto que se disuelve en 10mil litros.
Fui al veterinario, nomás. Y ya me ve llegar y se sonríe. Porque sabe que voy con preguntas extrañas, casi siempre. Entonces le digo: mi gallina está desplumada. Me dice: es la época. Le digo: está más desplumada que nunca, se le ven partes de la piel, es medio impresionante. Ya no puede ni entrar al gallinero porque cuando aletea, no hay plumas que le den el envión. ¿Pueden ser piojos? Raro, me dice. No debería tener nada que ver. Pero buscale, me dice. Abajo de las alas. Si tiene piojos, hay que bañarlas a todas (sí señores, como escuchan), hay que cambiarles la paja del gallinero, quemar los nidos. Todo eso. Imagínense a Tom cuando se lo dije: me preguntó inocentemente si no sería mejor echar el productito milagroso de Arnaldo. Me cacho en dié. Te amaso si echás ese productito. Veamos si tiene piojos la gallina primero, che!*
Fuimos hoy, tarde-noche, porque es cuando ya están en el gallinero, dormidas, y son fáciles de agarrar (y revisar). Entramos, los pollitos (hay 11), se pusieron como locos así que en el gallinero no reinaba la paz. Apagamos la luz un ratito para que se calmen los ánimos. La misión era agarrar a la desplumada y revisarla, había que mantener la calma. Decidimos prender la linterna como para que no se sobresalten tanto (las gallinas tienen un “chip” que, cuando la luz está prendida, piensan que es de día y hay que comer, se despabilan – por eso las “fábricas” de gallinas les dejan la luz prendida todo el tiempo, así engordan rápido. Claramente, no son gallinas felices como las mias). Ubicamos a la desplumada, nos acercamos, movimos a su hermana, se asustó un poco. Con confianza y decisión, agarramos a la desplumada. Le levantamos las alas desplumadas, nada. Ni un bicho de nada. Y lo bueno, pareciera que le están saliendo plumas nuevas. Habrá sido un pico de estrés…

*la última pregunta que le hice al veterinario fue: ¿y si no tiene piojos? ¿Qué hago? ¿Te la traigo? Y ahí nos reimos un poco. Le dije: debe ser raro para vos que alguien te traiga una gallina en este contexto de campo no? Y sí, acá si hay una que está media mal, la dejan que se muera. El invierno, sin plumas y afuera del gallinero, probablemente no lo pase. Ingratos descorazonados, pienso yo. Y el veterinario se sonríe. Voy  a leer un poco al respecto, me dice. Claro, nunca nadie le llevó a su mascota gallina. 



Estamos contentos de anunciar que, al día de hoy (18 de mayo), nuestra gallina ya está plenamente recuperada y absolutamente emplumada.