Ayer,
mientras pagaba un café en la estación de servicio (sigue siendo mi oficina con
Internet en el pueblo), empezó a pasar una fila larguísima de autos con balizas
puestas y tocando bocina. Yo pensé: despedida de soltero. La chica que me
estaba cobrando me dijo: se deben haber casado. Y ahí entendí que el juzgado de
paz (donde te casás, te divorciás, hacés tu DNI, cambio de domicilio, y todos
los aledaneos) está cerca. Bueno, todo está cerca, pero el juzgado es muy
cerca. La cuestión es que había una fila larguísima de autos que pasaron por
esa calle, agarraron la principal para el lado de Esquel. Y cuando ya
desaparecía el último auto, aparecían los primeros, de nuevo, bajando hacia la
ruta que va al lago. Desfile casamentero. Y algunos autos y camiones respondían
a las bocinas jocosas y todos estaban contentos. *
La cuestión es que Arnaldo y Manuel (vecinos) son los que poco
a poco nos fueron introduciendo a la vida social patagónica – nada sencillo.
Hay una delgada linea entre los que nacieron acá y los que no. Llegar a
relacionarse con los nyc, difícil. Pero en un año, aparentemente, le llegamos
al corazón a Manuel: hace cerca de una semana (¿tal vez dos? La temporalidad
acá es de esas cosas raras y chiclosas y brumosas) nos invitó a su cumpleaños
número 30 en la casa de su abuelo, camino a Esquel. Le pedimos permiso y nos
fuimos con el Colo y Eli para allá. Habíamos preguntado la hora a lo que nos
respondió: “¡vengan cuando quieran! Yo voy a estar desde el mediodía.” ¿Pero es
a la noche? “Sí, a cenar. Pero traigan vegetarianismos porque va a ser puro
asado.” Oka. Armamos cositas y dijimos de ir tipo 21. Llegamos 21.30, todavía
había luz (ah, el verano patagónico), y no había llegado NADIE. Pero nadie,
¿eh? Ni siquiera estaba Manuel, que se había ido a bañar. El que estaba era
Arnaldo, el otro vecino, con toda su familia, que estaba haciendo el asado
desde las 5 de la tarde. Y buá, saludamos a la abuela, a la hija de Manuel,
abrimos una birra y nos quedamos charlando con la familia de Arnaldo. Muy
valientes los pibitos. Y así fue llegando la gente y nosotros, cual anfitriones
de la fiesta, hola qué tal, hola qué tal, ¿querés una cerveza? Y llegó Manuel y
ya éramos como peces en el agua. La magia del alcohol.
Fue una linda noche. Cenamos a
las 23.30 porque moríamos de hambre (el asado no arrancó hasta las 00.20) y
como teníamos la mesa de ensaladas, nadie se dio mucha cuenta (y a nadie le
importó). Los parlantes prometían bailongo y toda la movida, pero cuando
arrancó la “carneada”, hicimos la famosa bomba de humo y piff, nos fuimos. Pero
no volvimos a casa: nos fuimos derechito a Esquel, a tomarnos un helado. La
vida extrema y salvaje de los patagónicos. Así somos.
Y ayer le abrimos la puerta a
Eli, Ale y sus secuaces (voluntarios) + una prima segunda mía, adolescente, que
está viajando con 3 amigas de la escuela. Éramos 17 en casa. Sí, 17. Desde que
llegamos a Chubut creo que no había visto tanta gente junta en un mismo
ambiente. Todo un récord. Tamborcitos, guitarreada, canelones con acelga de la
huerta, vino (mucho vino barato – los voluntarios son jóvenes y aguantan todo),
pancitos, hummus, pastitas, torta del pueblo. Despuéss de la comilona, ya
entonados, nos fuimos a “cazar” el peludo que quiere comerse nuestras gallinas.
Entre los grititos nerviosos de mi prima y sus amigas, las luces de celulares,
los gritos mios (“¡no se lleven puesto ningún árbol nativo, por favor!”), el
peludo se debe haber mandado a mudar porque ni rastro. Sólo las gallinas,
dormidas y un poco escandalizadas por la visita multitudinaria nocturna. De ahí
sólo quedaba volver, y fuimos al terreno de Eli y Ale, donde habían preparado
un pozo rodeado de piedras para hacer fogata. Descorchamos un champagne que nos
habían regalado para fin de año los de la ferretería amiga (más alcohol barato,
hagan un Fast forward e imagínennos la mañana siguiente) y bebimos por la
construcción, la cooperación y la alegría.
Cuando empezó a pegar el sueño,
hizo su aparición la luna, por atrás de las montañas, y fue lindo lindo.
¡Listo! Suficiente vida social
para todos por ahora.
Fogón jipón:
La topa y los pollos (los agarra cuando están dormidos):
Próximamente, cervecita patagónica (también una meta 2014):
Círculo mateador:
*por razones confidenciales y
ajenas a este blog, no podemos contar algo que iba a ser comentado. Lo dejamos
en stand by hasta que se “libere” la información y sea de conocimiento público.