Ahora
mismo me miran por el otro lado del cerco (ver foto) porque quieren los
tréboles que hay en el jardín. Pero ya pasamos por esto: les doy tréboles, se
pelean un poco entre sí para ver quién tiene prioridad para comer, me enojo con
ellos por morderse y ser tan bestias y les digo que no les doy más nada. Y ahí
empiezan a empujar las tablas del cerco porque como dice la publicidad de
Pringrles: once you pop you can´t stop
(sólo que con una adicción bastante más sana y sin agregados químicos ni
conservantes).
Bueno,
ponele que lográs que no te quiebren la primer tabla del cerco (tienen harta
fuerza), pero dejaste la camioneta ahicito nomás. En la entrada de tu casa,
pero afuera del cerco. Y a ellos les gusta tanto rascarse con cosas. Y se encuentran
con una cosita salida de la camioneta ¡muy buena para rascarse! A perfecta
altura, buena resistencia… ¡bien por las cositas de la Toyota! Hasta que hacen
cracccc y la cosita deja de estar en la altura perfecta (ahora está en el
piso). Y sí, avatares de la vida en el campo: algún espejito retrovisor tenía
que caer.
Pero
un tropezón no es caída (y alguna lección estamos empezando a aprender).
Chín-chón
y salú y que siga el baile.
Pd. Por primera vez atravesamos
el umbral de un nuevo año en Trevelin. Mucho silencio, mucha calma – salvo por
algún descarriado que compró fuegos artificiales ilegales. Y buá (por ahora no
hay incendios a la vista).
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