jueves, 2 de enero de 2014

1 de enero: la vida en el campo



 Los caballos son de los animales que más nos gustan. Sobre todo nos gustan porque el que los cría no lo hace para mandarlos al matadero sino porque pide a alguien que se los dome, o lo hace él mismo. Y porque son lindos y simpáticos y dejan que les toques la frente mientras les das de comer.
Ahora mismo me miran por el otro lado del cerco (ver foto) porque quieren los tréboles que hay en el jardín. Pero ya pasamos por esto: les doy tréboles, se pelean un poco entre sí para ver quién tiene prioridad para comer, me enojo con ellos por morderse y ser tan bestias y les digo que no les doy más nada. Y ahí empiezan a empujar las tablas del cerco porque como dice la publicidad de Pringrles: once you pop you can´t stop (sólo que con una adicción bastante más sana y sin agregados químicos ni conservantes).
Bueno, ponele que lográs que no te quiebren la primer tabla del cerco (tienen harta fuerza), pero dejaste la camioneta ahicito nomás. En la entrada de tu casa, pero afuera del cerco. Y a ellos les gusta tanto rascarse con cosas. Y se encuentran con una cosita salida de la camioneta ¡muy buena para rascarse! A perfecta altura, buena resistencia… ¡bien por las cositas de la Toyota! Hasta que hacen cracccc y la cosita deja de estar en la altura perfecta (ahora está en el piso). Y sí, avatares de la vida en el campo: algún espejito retrovisor tenía que caer.




Pero un tropezón no es caída (y alguna lección estamos empezando a aprender).
Chín-chón y salú y que siga el baile.


Pd. Por primera vez atravesamos el umbral de un nuevo año en Trevelin. Mucho silencio, mucha calma – salvo por algún descarriado que compró fuegos artificiales ilegales. Y buá (por ahora no hay incendios a la vista). 

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