Después
de muchas idas y vueltas al INTA (con nuestra ansiedad por plantar y aprovechar
el tiempo fuimos en marzo, abril… y siempre nos decían lo mismo: se transplanta
en MAYO, asique hasta mayo no se venden árboles. Oh well…), después de mucho
hacerse rogar la alta montaña (entre las nevadas y demás, nos daba algo de
resquemor subir), después de mucho esperar que lloviera un poco para que la
tierra no estuviera hecha una roca, después de mucho esperar que nos armaran el
alambrado así las vaquitas vecinas no nos comieran y/o pisotearan los
arbolitos: llegó mayo, llegaron las lluvias, fuimos a alta montaña, tenemos
alambrado y, lo que es más importante, tenemos a Vale y Lepe acá con nosotros.
Porque 8 manos son MUCHO MÁS que 4 (sobre todo cuando tenés que hacer más de
120 pozos, mezclar arena con tierra con bosta de caballo añeja, tenés que armar
los cestitos de alambre para CADA árbol para que las liebres de la zona no los
usen de mondadientes).
Entonces,
nos pusimos manos a la obra. Lepe, el gran “poceador” creo que hizo un 95% de
los pozos (y también plantó algunos árboles, ojo! Ya que estábamos, decidimos
plantar todos así del famoso “plantar un árbol, escribir un libro, tener un
hijo” sólo nos quedan 2 para cumplir – por cierto, pregúntense si plantaron
alguna vez un árbol. Es de lo más fácil y es una de las tareas más lindas que
hay – ya llegaremos a eso). Vale, multitasking, pero sobre todo la chica
corta-alambres. No sólo cortó los alambres de gallinero de 1,50m por la mitad
(es decir, ¡cortó dos franjas de 0.75 x no sé cuántos metros!) sino que,
ADEMÁS, cortó cada 0,75 x 0.50 o x 0.75m. para hacer los canastitos
anti-liebres. Grosa la Vale power. Tomatis, también multitasker, pero sobre
todo fue el colocador especializado de canastitos: con 2 varillas de 70 cms,
iba enhebrando cada alambre que cortaba Vale y clavaba bien para que las
liebres no hagan de las suyas y no puedan meter su hocico peligroso en nuestros
queridos arbolitos. Y falta Claribel. Si bien TODOS plantaron, a Clari le
gustó, sobre todo, la tarea de meter las manos en la masa (o la tierra y la
arena y la bosta, más bien), ensuciarse bien las uñas (porque si bien usamos
guantes, claro que sí, la tierra se cuela por todos lados, no se vayan a creer)
y plantar plantar plantar. Se encontró con miles de lombricitas simpáticas,
felices de saber que iban a tener tierra más blandita (¡las pobres a duras
penas podían estirarse en tierra tan compactada!). Y bueno, en 3 o 4 jornadas
de 4 horas aproximadamente, el equipo logró plantar los 120 arboles nativos (y
algunos más, en realidad, porque parece que el INTA se copó con el bosque
nativo de estos hippies y mandaron algunos arbolitos extra) entre los que se
encuentran el coihue, el ñire, el roble pellín (y LA lenga que nos trajimos de
la montaña, aparentemente de contrabando). En fin, tenemos bosque. Todavía los
arboles están mini, se confunden con los cardos que hay en el terreno (zarpados
cardos), pero confiamos que en 2 o 3 años, ya van a tener un lindo tamañito –
al menos para distinguirlos a la distancia! Ééééééóóóééé salchichas veggie con
puré!
Impresiones
generales: como les decía antes, descubrí que plantar árboles es una de las
tareas que más disfruto hacer (para los que conocen a mi abuela Beba y a mi
mamá Adri, no les parecerá nada fuera de los ordinario ya que ambas son unas
freaks de las plantitas y el jardín y los árboles, arbustos y flores… y si hay
algo que me acuerdo de los veranos que pasaba acá cuando era más pequeña es a
mi abuela mascullando cosas feas –pero no tanto, eh? “pucha carancho” podría
ser un buen ejemplo- sobre las tremendas liebres que se daban banquetes de las
plantitas nuevas que se ponían). En fin… creo que sobre todo también es una
sensación de devolverle algo a la tierra que compramos. Acá en el valle donde
estamos sólo hay sauces o rosa mosqueta que crecen solos… después algún que
otro álamo para cortina de viento cerca de las casas, pero no mucho más. Y
justo hoy pensábamos: si cada persona que tiene un pedazo de tierra plantara un
porcentaje de su tierra con árboles nativos (o no), habría más animales, más
pájaros… me puse seria que va a hacer. Será que meter las manos en la tierra te
cambia las cosas, será que estar acá y ver a los ojos a los animales que viven
acá (vacas y ovejas, en su mayoría) te hace sentirlos más cerca. Y, además,
será que estoy leyendo un libro que me gustaría que todo el mundo lea, “Eating
animals” de Jonathan Safran Foer (está en castellano, se consigue). Básicamente, habla de el poco vínculo que el
hombre, hoy, tiene con la naturaleza. Y la idea de que el humano no es un
animal y puede estar ajeno y separado de la tierra, los animales (como si no
fuéramos parte del reino animal). No me voy a extender más en esto porque ya me
los veo a todos dejando de leer y yendo a ver las fotos. No se asusten, mamá,
papá, Charlo, no voy a volverme vegana. ¡Ja! Sólo quiero ser más responsable en
mi día a día y coherente entre lo que pienso y hago.
Emocional: Ánimos altos, panzas
llenas y corazones felices. Todo va viento en popa.
Vegetal: El invernadero sigue
meta crecer y crecer. Hay una rúcula que se nos desbocó y sacó flor y en
cualquier momento nos da semilla. Tomi se encuentra con bichos que no conoce y
teme que sean dañinos para los cultivos, pero por ahora no ha habido grandes
bajas (o agujeritos en las hojas de las lechugas).
Animal: Todos bien bien. El otro
día fuimos al lago y Ajo se metió como si fuera un día de verano cualquiera.
Miel entró en su primer celo asique está muy maulladora y mimosienta. Stroisel
no entiende nada. Paprika está peludita y gordota, amorosa como siempre – tanto
así que Lepe y Vale (uno supuestamente alérgico, la otra supuestamente “cero
onda” con los gatos) quieren llevársela. Habrase visto semejante tupé).
Ambiental: las lluvias se están
haciendo presentes, los caminos se van llenando de charquitos y pequeñas
lagunillas. Pero pronto se disipan las nubes y el sol siempre está ahí atrás.
Como dice una canción de estas zonas (de autoría desconocida y misteriosa):
“Arriba de la nube está el sol, ya va a venir, ya va a venir”.
Equipo completo previo a la masiva plantación.
Misión cumplida.