martes, 10 de septiembre de 2013

9 de septiembre: la aventura de una mujer


Día 1: correntada

Hubo sequía por seis años, y ya hace días la sequía había sido oficialmente terminada. DÍAS. Pero acá sigue lloviendo. Y las aguas suben, y es divertido. Uno se queda adentro, contempla el agüita, muy romántico. Té, cocinamos. Cuando para un poquito salimos a dar una vuelta, para que Ajo corra un poco y se canse… pero el agua no paraba de caer. Como si todo lo que no llovía hace seis años se hubiera acordado ahora de que tenía que caer. Ah, la naturaleza – hay que bancarla con sus ciclotimias. Pues bien. Hoy teníamos que ir al pueblo – Internet llamaba. Tom salió a dar una vuelta con Ajo antes de irnos y volvió con noticias: los canales están casi hasta arriba, dijo. Mirá: y me mostró los videos. No eran canales: eran RÁPIDOS. Los rápidos de Trevelin, señores y señoras, en nuestro terreno. Si alguno se trae un kayak, se la pasa deluxe. Desde adentro, lo que se ve es el canal del fondo de la casa, también hasta arriba. Osea, para que se den una idea: suele estar vacío. En invierno, época de lluvias, ponele que pasa un poco de agua. Bueno, ahora está hasta arriba – se VE el agua corriendo a todo lo que da desde la ventana de la cocina. Sí, tremendo. El agua aprieta.
Bueno, como les decía, había que ir al pueblo. Salimos, raudos. Ya veíamos que partes de nuestro jardín se encharcaba… raro. El camino absolutamente inundado. Llegamos al primer obstáculo: en el camino a casa hay un canal que lo atraviesa. Siempre vacío, obvio. Bue, para qué les digo: lleno. Nunca vimos algo igual. Tom me dice, dramático como nunca, si pasamos, después no sé si vamos a poder cruzarlo a la vuelta. Y yo: pero sí, nene. Dale que te saco una foto. Clic y seguimos no sin antes chequear a la altura de qué alambre pasaba el agua. Para tener un parámetro a la vuelta. “Hay que volver de día” dijimos.
Nos colgamos en el pueblo – salimos tarde, ya casi noche. Y buá, ya llueve menos, todo bien. Habían calles cortadas en el pueblo: nunca vimos nada igual, pero claro, es el primer año. Nos estamos curtiendo, sí que sí. Retomamos el camino a casa, y nos decíamos, seeeeh, ya está, el agua sólo pudo bajar. Agarramos por el callejón, más baqueteado. ¡Mucha más baja el agua! Ahhh, vamos a pasar re fácil. Llegamos al canal que atraviesa el camino: MUCHA AGUA. Pero mucha, eh? Sumale a eso que no se veía y había empezado a lloviznar de nuevo. Y había correntada: ahí también estaba para kayak. Nos reimos, un poquito nerviosos. Tom me dice: dejamos la camioneta acá, nos arremangamos los pantalones y vamos a casa. Mañana buscamos la camioneta. Y yo, dale, buena idea. Pero mirá, me arremango yo: vemos por dónde me llega el agua y si no me pasa la rodilla, te mandás. Oka, dale. Y yo pensaba en mi tía Caro, me acordaba las fotos de un evento similar. Bueno, figúrenselo: 8 de la noche, en el medio del campo (no hay alumbrado público, queridos), llovizna, y aunque no esté tremendo, invierno. El tan temido invierno. Y Clari sacándose las botitas de goma, las medias, arremangándose las calcitas, los pantalones. Y muy precavida, ella: Tomá, Tom, quedate con mi celular, no vaya a ser que me lleve la corriente. Y ahí fue, en patas, por camino de ripio (no estaba pinchudo, descubrí), atravesando poquito a poco ese caudal tan marrón y desbocado. Atravesando una corriente potente, pero no tanto, co el agua, todo el tiempo, por las rodillas. Perfecto: Pasá Tom, no pasa naranja. Sólo se me congelaron las piernas y ya casi no las siento y creo que me puede llegar a agarrar una hipotermia. Pero todo bien, eh? Tranqui.
Toda una aventura de lunes por la noche, aquí, en su canal amigo, reportando desde Trevelin. Ampliaremos.


La ida:


Y aunque usted no lo crea:



Día 2: inundaciones
Tras una noche de viento huracanado (a las 4am nos despertamos sobresaltados – no sabíamos si el ruido era el viento golpeando contra las ramas o si eran olas golpeando contra nuestra casa – y me acordé que había dejado una alfombra afuera para ventilar!!! Campera y gorrito, salí a la aventura nuevamente, casi salgo volando con alfombra y todo, pero nos salvamos), el día amanece de a poco, el sol se deja ver entre nubes gordas y grises, pero parece que no va a volver a llover, al menos hoy. Por suerte: porque el río Corinto (calculo que en épocas de normalidad debe estar a, nosé, ¿800 metros de casa? 1000? ¿Alguien sabe?) ahora está a 50 metros de casa. Claro, sí, tenemos casa con vista al río. No cualquiera. ¡Ah! Y tenemos a 100 metros a un cisne muy sobrio navegando las aguas y a varios flamencos, todos rosados y felices de tener agüita por todos lados para chapotear – ¡como Ajo! Que se mete en los canales, corre liebres por el valle inundado, se mete, sale, salta, corre, rescata palitos del agua. En fin. Los canales que atraviesan los terrenos, llenos de agua. ¡Ahora entendemos el por qué de los canales! Muy romántico. Nos falta un barquito a remo y estamos como queremos.



















2 comentarios:

  1. Qué orgullo! Esa es mi sobrina.
    Firma: la tía Caro.

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  2. Por lo menos 2.000 metros. Se acercó un poquito, no ??

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