El
título de la entrada me hace reflexionar: a qué nos referimos cuando decimos
“descontrol” – claro, uno piensa, inmediatamente en jóvenes borrachos haciendo
cualquiera. Bueno, nada que ver. El descontrol, en este caso, se relaciona a,
justamente, NO TENER EL CONTROL (que, por cierto, tenemos que empezar a
entender que nunca lo tenemos – todo un aprendizaje).
Pero
esta entrada no se trata de aprendizajes, bah, quizás algún aprendizaje
saquemos al final. De lo que se trata es de la condición humana: ¿qué hace un
humano cuando se encuentra encerrado en algún lugar? Remontémonos al principio
de esta historia que ya viene dando demasiados preámbulos:
Lunes pasado, las 14 horas,
aprox., llegan Tom y Clari al INTA que hay en Aldea Escolar, esta vez a buscar
madera (los descartes que nos llevamos para hacer la cucha de Ajo, la caseta de
herramientas, etc). Nos trepamos a las montañas (literal) de madera y empezamos
la pesquisa. Están todas las maderas mezcladas, algunas podridas (ni tanto),
otras divinas (en general, y siguiendo las exactas leyes de Murphy, las divinas
SIEMPRE ESTÁN ABAJO DE TODO, imposibles de sacar y aprovechar), unas rotas,
otras con corteza, etc etc etc. Mientras nos íbamos sacando capas de ropa (uno
entra en calor) y hacíamos nuestra pila de maderas, llegó un auto con unos
muchachos y dos niños que también venían a buscar maderas (ellos claramente
mucho más preparados que nosotros, con trailer, motosierra, toda la pelota).
Nos saludamos cordialmente (hay madera para todos, no eran copetidores
significativos en la búsqueda de maderas divinas) y cada uno siguió con lo
suyo. Cuando promediaba la búsqueda de ellos, Tomi, como buen socializador que
es, se puso a charlar con los muchachos. Clari, como buena no-sociabilizadora
que es, siguió buscando un buen rato hasta que se cansó. Y ahí sí, socializó. Y
nos quedamos charlando un bueeen rato. A todo esto, todas nuestras maderas
estaban (¡todavía!) en el piso. Nos despedimos y volvimos, tranquilos, a
nuestra pila. Ellos ya estaban preparándose para irse y nos avisan: “¡acá
cierran a las 4!”. Clari, distraidamente, le pregunta a Tom: “¿y qué hora es?”.
A lo que Tom responde: “Uh, 4 menos 10”. UH. Nos apuramos, entonces. Nos dimos
un par de apretujones de dedos, algún que otro golpecito en la cabeza, pero lo
logramos en tiempo record. Eran apenas las 4:03 y salimos con la camioneta
COLMADA (y cuando digo colmada es colmada, creedme). Llegamos a la entrada
haciendo chistes del tipo “¡uh, mirá si está cerrado, no podemos salir y
tenemos que pasar la noche acá!”. Risa va, risa viene, y de repente, CHIN: las
rejas están cerradas. CERRADÍSIMAS. Había una eléctrica y una con candado.
Probamos todo antes de entrar en pánico: metimos llaves en el aparato de la
puerta mecánica pensando que podrían funcionar y abrirla (estas cosas sólo pasan
en las películas, hay que saberlo), Tom le dio unos cuantos golpes de hacha
(sí, tenemos hacha, señoras y señores. No tenemos motosierra pero tenemos la
romántica y bucólica hacha) al candado, sin éxito. No nos íbamos a quedar ahí
adentro (Clari había hecho un rápido repaso mental y sabía que no habían
almorzado aún, no tenían agua ni víveres. Una noche sería infernal, fuera de
joda). Y para rematar la situación: no había señal de celular, OPIO. Tom, muy
tranquilo y, todo hay que decirlo, un poco emocionado de estar en esa situación
(que para la aquí escribiente era una MIERDA, con perdón de los oidos finos)
dice: “Vamos a buscar una salida alternativa. O a alguien. ¡Alguien tiene que
haber!”, a lo que Clari respondía sólo mentalmente: “O no.”. Por suerte, se las
hago corta, encontramos gente, justo un tipo que salía, y nos abrió con su
aparatito de remoto. Y salimos. AAAAAhhh…. Era tan fácil como eso, pasar una
simple reja, pero había que tener el control…
Final
feliz para una aventura breve en el INTA. Ni bien salimos, Tom me dice: “ya
tenés tu próxima entrada al blog.” Y, voilá.
Ahora, mientras escribo, miro por
la ventana y veo esto: un tractor “disqueando” la tierra (abriéndola un poco).
Mucho les gustaría que les diga que es Tomi el que maneja… y bueno,
imagínenselo así, total. ¡¡Lo importante es que el primer pedazo de tierra que
vamos a cultivar está siendo trabajado!!! Gracias al generoso préstamo de
tractor y disco del tío Fer. Acá van algunas fotos de este gran momento:
Emocional: hoy llueve y se alegra nuestro corazón (porque nos evitamos tener que regar todo el bosque nativo a mano).
Animal: se comenta, se escucha: hay un buho visitando nuestro jardín. Por si acaso, yo no dejo a las gatitas andar solas a la noche (aunque quiera, ni un buho muy musculoso podría llevarse al gran Stroisel).
Vegetal: Tomi está meta "revisar" cada plantita en el invernadero. Según sus cálculos, hay alrededor de 10 clases de bichitos distintos dándose un festín. Ayer me dijo: necesito que venga Lolo y se anime a hacer purín de bicho. Lolo, alerta rojo.
Ambiental: a los caracoles del norte les digo, en nuestro "canal" parece que hay un poquito de agua que viene del terreno del al lado. El resto, se los ve bien y en forma, sin inundaciones o mallines incómodos. De hecho, debería estar lloviendo más. Y haciendo más frío. Pero yo, personalmente, no me quejo para NADA.
Hasta la próxima, queridos amigos citadinos.
Muy bueno!! Qué lindo leerte tan contenta, qué sigan las aventuras!!
ResponderEliminarmuy bueno, las fotos increíbles!
ResponderEliminarWoooooowwwww que experienciabooo!! Los extraño! vivi esta anecdota mientras los leia!! Los quieroo!
ResponderEliminarClara....escribir es lo tuyo, sin dudas!! Que los astros sigan acompañandolos en tantas fuertes, inesperadas y buenisimas aventuras!! abrazos a toda la comarca :)
ResponderEliminar