Una cosa nada que ver con la
otra: el título, en falso alemán porque lo escribo desde Frankfurt, es sobre las
frambuesas patagónicas. Tras 3 días y medio de trabajo intenso (en realidad
fueron más, porque Tom estuvo armando camellones, poniendo naylon “mulchin”,
armando sistemas de riego y varios etcs más), de estar arrodillados, a sol y
lluvia (literal: durante las jornadas frambueseras, llovía y salía el sol cada
10 minutos), con palita de mano y una lata de duraznos en almíbar (para hacer
los círculos en el naylon, donde van plantadas las frambuesas). Trabajo a
repetición y en grandes cantidades: más de mil plantas de frambuesas y
alrededor de 90 plantas de moras. Cada camellón terminado era una gloria: pero
faltaban los otros 9. Los 8, 7, 6. Y de repente fueron 2 y 1. Y terminamos y se
sintió increíble, me sentí la campesina más grosa de todas, con las uñas bien
embarradas (de esos embarres que no salen ni con una ni con dos y quizás ni
tres cepilladas de uña), la ropa sucia, la nariz con tierra, el pelo duro. La
maravilla del trabajador rural esporádico (porque no se lo dedico a nadie por
un largo tiempo – la espalda sabés cómo te queda…).
Así fue que de repente en el
terreno no sólo hay una huerta que crece todos los días y se prepara para ser
cooperativa de verdura orgánica sino que además hay plantación grosa de “fruta
fina” (los neo rurales no podían pensar en hacer otra cosa que cosas finas). Y como
llegamos justos con el tiempo (terminamos el transplante el 20 de septiembre,
durante una primavera llamativamente temprana), ping pang, a la semana ya
estaba todo brotado y con hojitas mini que simpáticamente decían “hola qué tal,
yo soy frambuesa ruby” (así se llama una de las variedades).
Y encima los tres o cuatro días
siguientes llovieron y regaron todo con aguita de la más linda que es la del
cielo. Y Die, que vino de visita, zafó de agacharse y machacar con la palita y
todo eso. En vez nos preparó unos buenos Bloody marys de la victoria. Chín
chín.
Y así fueron esas últimas semanas
de septiembre que son como un inicio: frambuesas, primavera, Rosh a shaná (ah,
sí, porque la colectividad trevelinense está que arde), Bloody mary (que no sé
qué tiene que ver, pero ahí se hizo presente) y un nogal que tiene techito
anti-helada (creación del ingeniero Eddi y el inventor Bajar).
Así que ya lo saben, amiguitos:
las vacantes para el trabajo de recolección están abriendo… y no son joda: hay
que cosechar todos los días. ¡Y comer también! Así es la cosa, aparentemente:
el primer año se come frambuesa como loco y el año siguiente ya estás re
podrido así que las comercializás. Por ahí va la cosa, se comenta. Así que los
esperamos: queremos ver camisas arremangadas y brazos curtidos por el sol este
verano. Y esto recién empieza.
Fin del trasplante frambuesil:
Genios los frambueseros!! Qué ricos dulces vamos a comer, mmm!
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