lunes, 26 de mayo de 2014

18 de mayo: Pasar una noche sola




Para Tomi es moneda corriente: Clari viaja por esto o lo otro – y él ya sabe bien de qué se trata esto de quedarte solo. Desde la ciudad, el estar solo es engañoso: sí, estás solo en tu casa, pero tenés al vecino a dos pasos de tu puerta, con una sola pared o medianera de distancia. Y tenés Internet, tenés tele, tenés teléfono. Acá tengo mi teléfono, tengo un proyector y pelis, ponele que algún mail me cae de vez en cuando, pero la casa es bastante aislada. Estamos a 5 minutos del pueblo en auto, pero no hay ni una lucecita en el camino, nada. Y de vecinos que habitan sus casas: por ahora sólo es Manuel.
Entonces: Tom se va de joda a la despedida de soltero de Fede y Clari se queda en casa. Interesante, desafiante. Lo primero que me pasó por la cabeza: el miedo absolutamente irracional que teníamos las primeras semanas que vivíamos acá. Cualquier ruido, cualquier luz desconocida, todo era motivo de pánico. Levantarse de la cama, espiar entre las cortinas, salir a dar una vuelta a la casa. En ese momento no sé qué hubiera hecho: ¿hotel? Colo y Eli todavía no estaban acá… en fin. Otras épocas. Decía: ayer Tom partió temprano y con Ajo arrancamos el día con las actividades que a diario compartimos con Tom: abrirle a las gallinas, alimentar la horda de gatos (sí, ya es una horda), chequear que el nylon esté tapando bien las maderas porque está lluvioso, cosechar repollitos de Bruselas y alguna lechuga para el almuerzo. Osea, el día, como cualquier otro. Mientras cae la tarde se empieza sentir otra cosa porque la dinámica de a dos se vuelve la dinámica de uno con un perro y muchos gatos. Y es bien distinta. Y es raro, más allá de estar acá en el medio de la nada: vivir un día sin el otro y tomar conciencia de todos los años que uno pasa con otro y se van tejiendo esas dinámicas en las cuales nos apoyamos sin darnos cuenta, hasta que esa dinámica vuelve a ser de uno solo. Interesting.
Más allá de esas valoraciones abstractas, sentimentales y sentidas, cae la noche. Como siempre, corro las cortinas (esta vez no dejo ni una abierta), tejo, escucho música. Cuando todos los gatos comieron, cierro con llave (tip que me dio Tom para tener la conciencia 100% tranquila). Preparo los ingredientes para la salsita de la pasta que voy a cenar más tarde (sí, gente, me hago fideos cuando Tom no está – yo no soy la gastronómica en esta pareja). Busco entre las pelis a ver cuál voy a ver. Mejor una serie, me clavo una temporada completa (con Tom no puedo hacer eso porque tiene un límite su espalda, tres capítulos, y si está super mega enganchado, a veces cuatro). Veo el capítulo 1 de la temporada 1. Ya está, los yankis nos tienen a todos bien estudiados y saben exactamente qué hacer para generarnos dependencias y adicciones. Voy a cocinar, veo a mis gatitas que miran muy atentamente algo en la oscuridad, me limo un toque, trato de ver qué es lo que ven – pero todos sabemos que los gatos ven cosas que nosotros no. Sin engancharme mucho de ese pensamiento fantasmagórico que no conduce a nada positivo en mi supervivencia de una noche sola, me sirvo una copa de vino y me pongo a ver el capítulo 2. Y así va pasando la noche, y se va levantando el viento, y me acuerdo cuando el viento nos daba miedo porque mueve cosas que hay afuera que hacen ruidos desconocidos. No siento miedo. Pero, debo confesarlo, decido no salir con Ajo a hacer pis. Que se aguante hasta la mañana – al fin y al cabo entró como a las 19. Termina la temporada 1 (estuve a esto de empezar a la 2 – me dejaron así, desesperada por saber qué va a pasar – pero me contuve, decidí no entregarme a la adicción), pongo a Ajo a dormir, me lavo los dientes, me meto en la cama y me acuesto bien en el medio, con todas las almohadas y leo un buen rato. Después apago la luz y duermo en diagonal (Tom siempre lo hace, me dice que lo hace, por lo menos siempre la noche antes de que yo vuelva, “para aprovechar”. Que se sepa: nuestra cama es petit). Y duermo duermo duermo hasta que Stroi me despierta porque quiere salir a hacer pis. Lo saco, sigo durmiendo. Y me despierto al mediodía. Bien, sobreviví lo más bien. Me siento valiente, independiente y enamorada. Buen status, pienso, y abro todas las cortinas.


Ahí van algunas de la compañía omnipresente:










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