Hace unos días ya vengo queriendo
escribir sobre la nota que salió en Le monde diplomatique de abril: “La clase
media vuelve al campo”.
Alguna vez todos experimentamos
eso de estar leyendo o escuchando algo y pensar: están hablando de mi.
O, parecido: uy, qué garrón, ese
soy yo.
Bueno, eso pasó con el artículo.
Y no es todo flores y autobombo...
Me remito al artículo: voy a dejar que algunos párrafos hablen por sí solos.
“Los que vienen. Vienen jóvenes,
adultos jóvenes, maduros, jubilados; vienen solos, en pareja, divorciados, con
hijos, sin hijos, con hijos por venir. No vienen a buscar “mejores condiciones
económicas”; no buscan “trabajo”; vienen por un modo de vida distinto, que
consiste en desandar el camino de la modernidad: dejar la ciudad para irse al
campo, lugar de “mejores oportunidades” ya no estrictamente económicas sino
esencialmente vitales. Gente que no quiere progreso –se saturó de sus secuelas
o de buscarlo sin éxito- sino regreso.”
“El paraguas del neo-ruralismo
cordobés –y seguramente también el de otros destinos- abriga un auténtico
crisol sociocultural. Están los que vinieron en una huida conservadora del sí,
para quienes el “es otra calidad de vida…” del interior se condensa en
vivencias como “dejar el auto con la llave puesta”, “criar a tus hijos sin
miedo”, “poder dormir tranquilo”; es el tipo de migrante que puede precisar el
episodio de inseguridad que lo habría decidido a irse. Están los que vinieron
en la apuesta por construir una vida simple, conectada con prácticas y valores
que el complejo citadino-capitalista nos hizo desconocer. De corte progresista
–en sus cortes liberal, izquierdista, ecologista, anarquista-, esta gente
encuentra en las actividades de campo (y de modo general en el desarrollo de
todo tipo de home-made) la
posibilidad de constituir una economía auto-suficiente, libre de consumo y
consumismo. Unos y otros suelen combinar faenas campesinas con otras
ocupaciones profesionales (vienen profesores, técnicos, licenciados), de oficio
(vienen carpinteros, tapiceros, artesanos), o comerciales (los que montan un
emprendimiento productivo, una casita de alquiler de temporada, o un puesto
estable en las ferias de artesanías).”
“El lugareño considera jipis a personas que no se considerarían
hippies a sí mismas –siempre hay
alguien más hippie que uno-, ni
tampoco serían consideradas hippies por
quienes sí se consideran tales.”
“…la migración neo-rural proviene
de una multiplicidad porosa de clases medias –medias chetas, medias plebeyas,
medias metropolitanas, suburbanas y provincianas-, pero es decisivamente
blanca. Cualquier reunión jipi puede distinguirse a lo lejos: mucho niño rubio
junto.”
“El neo-rural tiene “conciencia
social” –no es facho, es progre, y de hecho apuesta, con su forma de vida, a
una transformación propiamente colectiva-, pero la filosofía práctica de sus
actos cotidianos –“Es una cuestión de energía”, profesa- es la del self-made man que no le debe nada a
nadie: ni a su pasado, ni a sus padres, ni a su clase.”
“El migrante promedio vive en un
operación de rescate de lo que se perdió o está por perderse. Recupera viejos
usos y costumbres, lenguajes de otros tiempos; lo enorgullece ver al puestero
bajando a caballo; lo fastidia el rugir de impune de la moto de los pibes.
Concurre optimista a la peña folklórica si come carne se permite un choripán;
aprovecha la pista para bailarse una chacarera; se retira a dormir cuando el
predio explota…”
“El jipi lamenta que el paisano
prefiera emplearse en la construcción a continuar con sus actividades de campo;
sobre todo lamenta que siga vendiendo tierra. Al paisano, mientras tanto, los
miedos del nuevo vecino le resultan desproporcionados: “Un loteo para un
complejo de cincuenta cabañas ¿cuál es el problema?”, se pregunta. Me decía una
vez un vecino nacido y criado, antaño recolector de yuyos, hoy un ayudante de
albañil: -La otra vuelta escuché al Ernesto decir que estaba preocupado porque
en la sierra estaban vendiendo todo… Pero resulta que cuando él compró no
estaba preocupado… Todos quieren comprar y ser los últimos en comprar. Qué
vivos…”
por Julieta Quirós.
Y buá, parece que nos sacaron la
ficha.
Intentaremos seguir siendo
creativos,
nosotros,
lo neo-rurales (¡jipis!)
(y todos sus secuaces):
El primer cemento:
El primer milcao (después de la cosecha de papa...):
Paseo por Chile con los pambochs:
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